Nos alimentamos de comida y bebida, pero también del sol que tomamos, del aire que respiramos, de lo que pensamos, de lo que sentimos o de lo que nos llega por los otros cuatro sentidos: lo que escuchamos, lo que vemos, lo que tocamos (por la piel también se come)… Así mismo nos alimentamos de las relaciones con los demás, con nosotros mismos, con la Naturaleza, con el mundo.

Es importante tener en cuenta estas maneras y ámbitos de “nutrirse” a la hora de trabajar con la alimentación.

El hecho de alimentarse es un proceso abierto, en continua evolución, que puede ir cambiando a lo largo de la vida. Requiere de conexión y autoescucha, para ser adaptado según tu bio-individualidad, edad, estilo de vida y momento vital.

No hay una única dieta válida para todo el mundo. Cada persona tiene unas necesidades y preferencias nutricionales distintas. Metabolismo, anatomía, masa corporal, grupo sanguíneo o genética, tienen relación e influyen en nuestra nutrición.

Una alimentación saludable y consciente es un punto clave para elevar el nivel de conciencia a otras facetas de la vida que nos permitan ver y sentir cómo el hecho de alimentarnos tiene un impacto directo en nuestra vida, en nuestro entorno y en el medioambiente.

Una alimentación integrativa y global es la menos procesada, y respetuosa con el planeta que habitamos. Variada, sencilla, práctica, colorida, nutritiva y sobre todo, deliciosa.

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