«La única forma de darle sentido al cambio es sumergirse en él, moverse con él y unirse al baile».
Alan Wilson Watts
Digamos que quieres pasar a la acción e implementar cambios para transformar tu alimentación, lo que implica cambiar ciertos hábitos, y que…bueno, pues que supuestamente sabes lo que tienes que hacer. Sin embargo, los días pasan, pasan las semanas y…no hay acción. Mañana empiezo…el lunes empiezo, la semana que viene empiezo…¿Te suena?
Pero…¿Por qué? ¿Qué es lo que te está impidiendo actuar? ¿Por qué, si sabes qué tienes que hacer, no lo haces? ¿Qué ganas con no actuar? ¿Qué te estás perdiendo?
Esto es algo muy común, los seres humanos nos resistimos al cambio, nuestra mente tiene tendencia a ir en piloto automático, lo que nos evita tener que estar continuamente tomando decisiones, así seguimos en la inercia del día a día que llevamos desde hace tiempo, en definitiva, para no salir de la zona de supuesto confort.
Los problemas vienen cuando esa inercia del día está repleta de malos hábitos que te restan energía y no te permiten avanzar hacia el bienestar. Porque los hábitos traen consigo unos resultados.
Somos animales de hábitos, pero estoy segura de que ya habrás podido comprobar que éstos pueden beneficiarte o por el contrario perjudicarte.
El origen está en nuestros pensamientos. Éstos generan emociones que nos llevan a la acción; la acción repetida se convierte en un hábito y éste trae consigo unos resultados. Es decir: pensamiento-emoción-acción-hábito-resultado.
Un hábito es una acción concreta que a fuerza de repetirla, se convierte en algo que haces ya sin pensar, porque lo has integrado en tu cotidianidad.
Hay teorías que dicen que para incorporar un nuevo hábito en tu vida, tienes que repetirlo durante 21 días. Te hablo siempre desde mi experiencia personal y la de mis clientes, y sinceramente te digo, que la mayoría de veces no es suficiente. Cada persona puede necesitar más o menos tiempo, depende mucho de cómo vivas este cambio y del lugar de partida, pues es importante que sea asumible y no te suponga un esfuerzo excesivo.
Antes de implementar cualquier cambio de hábitos es importante que te hagas y respondas a dos preguntas fundamentales: qué, y para qué.
Es decir: qué hábito quieres integrar en tu vida, y para qué quieres hacerlo. Es importante que sea en este orden, y que te respondas con total sinceridad.
Como siempre les digo a mis clientes, hay que empezar poco a poco, con cariño, y no pretender dar un giro de ciento ochenta grados, sobre todo si llevas muchos años con una inercia opuesta a donde has decidido dirigirte. Los cambios muy drásticos suelen generar estrés físico, mental y emocional, y buscamos justo lo contrario. Darte el tiempo poniendo conciencia en el hecho de que es un camino, y no una meta, es un acto de amor propio además de un baño de realidad. Y es desde este lugar, desde el amor y la aceptación, desde donde puedes avanzar paso a paso y de manera consistente.
Primer paso: soltar.
Muchas veces queremos avanzar sin ser conscientes de que para integrar cosas nuevas, primero es necesario liberar espacio. Ello implica soltar, y esto hace referencia al pasado, a cosas que ya no te sirven y te impiden avanzar.
Pueden ser determinados alimentos o comestibles, objetos que ya no utilizas pero que ocupan espacio físico y emocional en tu vida. Pueden ser creencias que en realidad te limitan pero que asumes como verdades, emociones del pasado a las que nos te has aferrado, relaciones con personas que te desvitalizan, o la simple falta de coherencia entre aquello que piensas, sientes, dices y haces.
Si te resuena esto que lees, piensa qué hay en estos momentos en tu vida que necesites soltar para aligerar cargas físicas, mentales y emocionales, y así poder avanzar.
¿Tu despensa está llena de ultraprocesados? ¿Tienes cierto enganche con el azúcar? ¿Crees que la alimentación saludable se basa en comer tomate y lechuga? ¿O es que crees que lo que te pasa es que no tienes tiempo para cuidarte?
¿Tiendes a acumular objetos que ya no usas o que no te gustan pero conservas por alguna razón? ¿Tienes el armario lleno de ropa que ya no te pones?
¿Qué te dices a ti? ¿Cómo te hablas?
Piensa si a menudo vuelven a ti emociones vinculadas a hechos pasados que ya no te sirven, y sientes que es necesario soltar para permitirte así avanzar.
Segundo paso: sentir.
Sentir hace referencia al presente, a poner conciencia en cómo te sientes físicamente, emocionalmente, mentalmente, si sientes o no que hay alineación en tu vida con tus valores. Estas sensaciones pueden repetirse cada día o ir variando. Suelen ser muchos los factores que inciden directamente en cómo te sientes: tus pensamientos, aquello que comes o bebes, o la manera en cómo te relacionas con tu entorno, contigo misma y con las personas que te rodean, con todo aquello que te ocurre.
¿Tienes digestiones pesadas? ¿Hinchazón abdominal? ¿Te falta energía? ¿No duermes bien?
¿Tienes tendencia a la tristeza? ¿Niebla mental? ¿Sientes soledad? ¿Sientes que no se respeta tu espacio? ¿Sientes que no estás en el lugar donde te gustaría estar?…
Una herramienta muy útil para tener un registro tangible de cómo estás, qué hábitos tienes, cómo te sientes y por tanto de dónde partes es el registro diario. Te recomiendo hacer un registro de tres o cuatro semanas para tener suficiente información de dónde te encuentras y así tener claridad de por dónde empezar a tomar acción.
Tercer paso: caminar.
Bien. Vamos paso a paso. Ya sabes qué quieres, para qué y desde dónde partes. Es momento de tomar acción. Y la manera de hacerlo depende del lugar donde te encuentres. Tomar acción es actuar, empezar a implementar los cambios que quieres integrar a partir de ahora y que, como consecuencia de su repetición, se convierten en hábitos que a su vez tienen como consecuencia unos resultados. La teoría de nada sirve si no se pone en práctica, y la práctica repetida es la que te lleva a crear un hábito, y como consecuencia al éxito, que como bien dicen, es un resultado.
Cuarto paso: confiar.
Este último paso hace referencia al futuro, al camino que has emprendido. Confía. Una vez que has soltado, que estás en la acción, sigue acompañándote desde el sentir, desde el cuidado, desde el amor, desde el respeto y la autoescucha. Lo que nunca te va a engañar, es cómo te sientes.
Seguir el registro diario te ayudará a saber qué estás haciendo, de qué manera, y cómo te vas sintiendo durante el camino.
Estaré encantada de acompañarte en tu proceso si así lo necesitas 🙂
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